It’s noise that makes the world go round

The Damned

Toda comunicación requiere tanto un receptor como un emisor que se comuniquen a través de un mensaje. Esto que estás leyendo no podría ocurrir si vos y yo no compartiéramos el mismo lenguaje y estos signos no representaran un significado común. Sobre la comodidad de estos elementos descansa en gran medida parte de lo que sospechamos civilizado; este código común que compartimos nos permite entendernos y también generar ciertas expectativas de cuáles son las formas necesarias para que ese entendimiento suceda. Sin embargo, muchas veces ocurre que un agente externo irrumpe creando lo que podríamos considerar: ruido. Este ruido suele trastocar las formas y el sentido del mensaje, cambia los signos que hemos construidos con connivencia comunitaria y los transforma, los resignifica. Pablo Trochón es ruido en las vías de comunicación de la literatura uruguaya. 

Nacido en Montevideo en 1980, Pablo Trochón arremete en el mapa de la literatura uruguaya con su tercera novela #Laviudita (el hashtag no es una llamada en busca de ampliar el alcance de la nota, sino el efectivo título de la novela) de la editorial argentina Malisia. La historia es narrada por Camila Reyes, una joven montevideana que explota la imagen de femme fatal para convertirse en asesina serial entre fotos y posteos. En la novela de Trochón, todo está exteriorizado, la vida es lo que ocurre afuera, todo es postura.Todo es redes. La novela no se priva de nada y desborda en sexo, droga y perreo donde el autor hace uso de una narrativa de choque, con imágenes que se encuentran visualmente saturadas: Trochón – mezcla del Marqués de Sade y el cine gore – escenifica esta conexión entre Eros y Tánatos, llevándolo hasta el abismo donde descansa lo grotesco.

Trochón, experimenta con la oralidad de forma arriesgada. Narrada en primera persona, la novela recoge la jerga de los marginales. Camila Reyes es una ñery orgullosa, y Trochón nos sumerge en una narración que expone todos los modismos y neologismos que sospechamos habituales de esta tribu urbana que signamos con la palabra “plancha”. Este ejercicio le da al relato una velocidad vertiginosa, tanto en su ritmo como en su violencia:

“Confirmadísimo!, la gente se acuerda tuyo nada más cuando necesitan algo jajajaja! A pilotiarse, amiga, nos vemos en esaaa! Me tenés la concha al plato.”

La cita anterior es aleatoria, todas las páginas se encuentran atravesadas por este dialecto y ahí está el riesgo: Trochón apuesta fuerte al apropiarse de un lenguaje que no representa. Este riesgo recuerda las viejas voces de gauchos decimonónicos escritas desde los escritorios de los intelectuales; la diferencia sustancial es que Trochón no construye un discurso que estigmatice, sino que pone al servicio de la trama el derroche lingüístico, y lo resuelve de forma sólida. 

Entre asesinatos, fellatios y apatía, Trochón ofrece una novela cercana a la combustión, pero siempre interesante. Interesante es que la novela haya obtenido una primera mención en el premio Juan Carlos Onetti del año 2017, este galardón puede ser un mensaje saludable de que cuando la comunicación se vuelve cansina, un poco de ruido es bienvenido.

Santiago Díaz Negrín