Diego Silva

Potrillo

La luz mala se abrió

inminente

ante el potrillo,

quinientos ojos dentro.

Manos de destellos

envolvieron su fuga

y abrasaron el campo;

huella que aún besa la tierra

y relincha

con fauces de carne y barro

Alambrador

No quise saber,

todo el día eso en el cielo

¡Dios santo!

Naides dejó de trabajar,

uno nunca:

semanas a campo

tanto por encerrar.

El alambre de púas fue un rosario

instantáneo,

el cuello, la mano.

Las cuentas siempre apretaron

el beso

el rezo

apurado

fragmentado el padrenuestro

siempre.

Bajó de golpe, absorbiéndonos.

Eso

Gólgota

Mamá volvió

y no tenía cejas.

Volvió

sin pestañas, sin pelo en la cabeza.

Mamá volvió; ya no hablaba,

sólo ruidos de Calvario

Mamá volvió

la misma,

lo sé por el beso

pausado en la frente

al desaparecer

Montaraz

Me está siguiendo el diablo,

creía que zafaba.

Porque me vine pal monte,

y no traje ni la carpa,

y no le avisé a nadie,

y nadie ya me esperaba.

Me está siguiendo el diablo,

aunque ya le corté la cara.

Aunque no le tendí la mano,

y no le haya firmado nada.

Me sigue siguiendo el diablo,

creo verlo entre las ramas,

en la piola siempre mansa,

en el río que me canta

otra vez canción de cuna

caricia la fogata,

largando chispas y brasas

crujiendo cuando en cuando,

en las llamas ascendentes

como cálidos espejos

ya vislumbro lo que viene,

lo que viene y no es el diablo,

que ya no va a estar siguiendo,

porque ya tomó mi cuerpo.