Jimena Bulgarelli

La campanada décima de la noche

Yendo de un lado a otro,

Pero tumbado en la cama

De sábanas amarillas.

La arquitectura oscila

Entre tu cuerpo y su cuerpo

Imaginamos cómo se aproxima el anaranjado

De ramajes negros y huesos fosforescentes.

-El blanco quema como el negro

Y tu mano violácea cabalgando el verde

Rompiendo el filo, curando en la noche

Blandiendo el cuchillo

Desatando el deseo y la creación.

**

Sabíamos que tendríamos que irnos

Ya no necesitamos sobrevivir

Solo corremos como animales por la herida

Abertura irremediable.

*

Bramaste en la llanura

Consumiste, bebiste el sol dorado.

El sol elevándose, acrecentando el dolor hasta el vértigo

Una sonrisa extraviada y teatral

Caminando por un lugar como por primera vez

Una presencia sin significado, de gran revelación

La crueldad de las cosas

La inocencia salvadora

El sudor de tu frente blanca

Una realidad que te lleva del sueño a la locura.

*

Quién soy a mitad de la noche

Muriendo a un lado, al servicio de lo innombrable

Saltando al mar infinito, que es tu cielo.

Cruzamos un océano erótico, mi padre remaba

Las pesadillas, gloriosas

Se metamorfoseaban en verdaderos argumentos

El licor espeso, tu mano verde sin fin

Mi frente desprovista, hacia el éxtasis extraño

Recorriendo las venas, creciendo las flores

Ramificaciones inconexas, otro delirio

La  libertad de la psicodelia

Cuando nos liberamos del lenguaje

Y los colores que me ponen de rodillas

A llorar, a rezar, a gritar petrificada como María a Jesús.

Cuando te relamiste en el último segundo, sonrojado

*
Llevabas tus remembranzas colgando de tu frente

Tus extremidades se deformaban en mi espalda

Mis frentes y mi mano hacia tu centro.

En los días de tu inesperada lucidez,

Sé libre.

*
Me dijiste que iba a morir

A moverme despreocupada

Por los andariveles tortuosos del placer

Me atravesaste,

Como rayo de luz de la mañana a la casa

Vos tenías la verdad en la lengua.

*

Estoy saciando la pérdida

Jurando en tu frente.

**
En el último misterio resucitaré tu gracia

Incendiaremos el tiempo y espacio

Entre tu cuerpo y el retrato

Una vez que vivas no le temerás a la muerte

Estamos llenándolo todo con voces rotas

Son tus manos de reptil serpenteando

Una melancolía erótica subiendo por tu lengua

Una superstición nauseabunda recorriendo la garganta

Los santuarios rojos estallando lapidarios

Tu verborragia imponente acrecentando

Elevando el conjuro, sin nombre.