Por Rocío Medina

«Pero no me gustaría que al llegar a la pubertad
un fascista de mierda le pegara un tiro.»
CRISTINA PERI ROSSI
Proyectos

El L36 sale del Intercambiador Belloni quince minutos antes de que entre a clases, por lo que llego justo a tiempo para el grupo de 4to año que tengo en el liceo en Piedras Blancas. El recorrido del ómnibus local hasta mi destino comienza en Av. José Belloni, dobla hacia la izquierda por Dunant, da unas vueltas por el barrio y va hacia el otro lado de Belloni por Rinaldi. Mientras espero que salga el L36 miro el mural que está frente a la senda, en homenaje a Andrés Humberto Bellizi, periodista y vecino detenido desaparecido el 19 de abril de 1977.

Supongo que era agosto: había viento y yo tenía frío. Ese día me percaté que una calle que cruzaba por el recorrido que hacía tres veces por semana era Walter Medina y así resolví la clase del 16 de agosto, la inmediatamente posterior al Día de los Mártires Estudiantiles.

Después de saludar a mis estudiantes, les pregunté si conocían la calle.

– Sí, yo vivo por ahí – dice una.

-Mi casa queda a dos cuadras – responde otro.

-Yo no vivo cerca, pero tengo unos tíos que viven por ahí.
-¿Y saben quién fue o por qué se llama así? – les pregunto.
-¿Por un escritor?- dice tímidamente Nahuel, con dudas, pero pensando que es obvio que si yo, que soy la profesora de Literatura, les hablo de ese tal Walter, tendría que ser un escritor.
-Bueno, sí. En parte. ¿Alguno sabe a qué edad murió?
-Yo qué sé… ¿cuarenta o cincuenta? – me responde, aprovechando que la última palabra había sido de él.
Todos creían que Walter, que era en parte escritor y además calle, tendría que haber muerto siendo un señor consagrado e importante.
-Walter murió a los dieciséis años.

-¿Eh?, ¿por qué?, ¿qué le pasó? – dicen todos, atropellándose la voz unos a otros.

– Lo mató un policía en la dictadura mientras escribía “Consulta popular” en un muro. Lo mató justo ahí, en la calle que hoy se llama como él.

Entonces les cuento quiénes son los mártires estudiantiles, sus luchas, la alusión a la fecha y sobre la poesía de Walter.

Walter Medina nació el 22 de octubre de 1956 y fue asesinado el 8 de julio de 1973. Cuatro años después de su asesinato, a mediados de 1977, se difundió clandestinamente un material que contenía información sobre su vida y sus poemas. Era un librillo realizado por la Juventud Socialista del Uruguay en memoria de su compañero asesinado, que se encuentra hipervinculado al final de este artículo.

Lo primero que llama la atención sobre su poesía, es la madurez con la que aborda la labor poética en clave del compromiso militante a los dieciséis años. En el documento mencionado, se le describe como “Hijo del pueblo, trabajador y estudiante, Walter era un poeta”. Es en esta intersección de conciencias, la estética y la de clase, que se encuentra la identidad poética del autor.

En la publicación de la JSU se describe el tema de la obra de Medina como “el problema del destino del hombre”. Este autor encuentra en la poética de la lucha social su voz literaria y en la poesía una de sus armas de militancia, de manera que una es inherente a la otra.

Los poemas que se encuentran en la publicación de la JSU son cinco y están ordenados cronológicamente. Estos datan desde febrero de 1971 hasta marzo de 1973, es decir, que encontramos poemas de un Walter de 14 años hasta uno de cuatro meses antes de su asesinato el 8 de julio de 1973 a los 16 años.

Los temas que aborda Medina se pueden resumir en tres: la niñez, el encuentro en el otro y la esperanza en el cambio social. Estos tres temas presentan como leitmotiv la crítica al sistema y la lucha social.

En el poema de mayo del ‘71, el yo poético comienza diciendo:

En este país
de niños descalzos
puños sangrantes
y dientes apretados
yo estoy de pie
luchando […]

La imagen del niño carenciado da muestras de las injusticias sociales que recaen sobre los más vulnerables, entre los que el poeta se encuentra al decir, en el mismo poema:

porque en este mundo,
que promete más trigo que estre – –
llas.
tengo hambre

Esto se retoma en el cuarto poema, el de noviembre del ‘72, donde es más latente la identificación del yo en una población infantil vulnerada. La vivencia personal permite la reflexión sobre los niños que se van obligados a dejar de serlo en cuanto a sus obligaciones:

Conocí el mundo de la calle

y me olvidé de que era niño
porque pedí y me dijeron NO
y me pidieron obligándome a dar
lo que no tenía.

A través de estos distintos fragmentos, se aborda el problema de las infancias carenciadas en un contexto sociohistórico crítico. La adolescencia existe como invención social. Es a partir de mediados del siglo XIX y en el siglo XX que los sectores sociales acomodados pueden permitir que los jóvenes posterguen sus exigencias vinculadas al trabajo y la familia para dedicarse al estudio y la capacitación, retrasando así la inserción laboral y el matrimonio. La juventud termina cuando los miembros jóvenes llegan a su madurez física y asumen responsabilidades centradas en la formación de su propio hogar y el autosustento.
Sin embargo, esto acentúa la brecha de clase entre los que pueden permitirse postergar esas exigencias y quienes deben incluso adelantarlas, como lo plantea el yo poético en este poema.

La conversión de lo personal en ejemplo de las injusticias sociales se observa en versos posteriores del mismo poema, cuando dice:
los que negaron la risa del niño
y le callaron el llanto.

Lo que en un inicio fue una descripción de la tragedia privada, se universaliza y abstrae. El yo poético niño se convierte en todos los niños que no pudieron disfrutar su infancia.
El último poema del librillo, el de marzo del ‘73, dice:

Camino pregonando mi ver-
dad
hasta sentirme nuevo,
hasta encontrarme todo.
Camino hasta que mi som-
bra
me acompañe cuando caiga
mi última noche.

Este poema, escrito cuatro meses antes de su asesinato, da muestras de su interés de llegar hasta las últimas consecuencias, de luchar por su verdad hasta la muerte. El texto con los hechos adquiere una connotación mucho más fuerte, ya que realmente fue así. El 8 de julio de 1973, dos días después del asesinato de Ramón Peré, no pudo terminar de escribir en la pared de la esquina de Campamento y Rinaldi, en Piedras Blancas, la frase “Consulta popular” porque fue asesinado por la espalda y se convirtió en el segundo mártir estudiantil en dictadura.

La poesía de Walter Medina es un ejemplo de las voces poéticas de la resistencia de los jóvenes de finales de los ‘60 y principios de los ‘70. Es una voz que busca la expresión ideológica a través de un lenguaje sencillo y directo, capaz de interpelar a su lector en pro de hacerle cuestionar el contexto sociohistórico y poner de manifiesto las injusticias sociales, así como la necesidad de luchar contra ellas. La lucha es el leitmotiv de Medina, que aparece cuando habla de amor, de su experiencia vital y de sus esperanzas. Es un deber ineludible leerlo para comprender la realidad del país en esa década, observar los vínculos entre lo público y lo privado, la subjetividad de los jóvenes militantes y la crueldad de la dictadura para no olvidar que NUNCA MÁS.

Poemas de Walter Medina:
I
Mi espíritu transita
por desiertos.
Sin caminos ni luz,
sombríos y mudos
como los campos en que están Ios-
muertos,
largos y oscuros.
2/2/971
II

En este país
de niños descalzos
puños sangrantes
y dientes apretados
yo estoy de pie luchando en la lucha –
más justa junto a mis hermanos.
Porque quiero que se –
cierren las puertas
a los que explotan a –
sus semejantes,
que los hombres no —
sean esclavos
de los hombres;
porque estoy dispuesto
a sacrificar mi vida
como lo hizo el «Che»
para vivir como un árbol:
libre y de pie;
porque soy capaz de alimentarme-

de ratas
y de beber agua de pantano,
como lo hacen nuestros hermanos vietnamitas
para defender su paz
y su tierra.
Porque en este mundo
que promete más trigo que estrellas,
tengo hambre


Porque no quiero que me hurten
mi esperanza de vivir;
porque protesto de pie
y no mendigo de rodillas
porque no quiero ser envilecido —
por nadie
POR ESO SOY REVOLUCIONARIO.
24/5/971
III
Te he dado mi corazón de
fuego
y lo has tomado para lle-
vártelo.
Ayer me quitaste tu risa
Me quitaste la ración de
tu cariño.
No me quites la flor,
la miel de tu lógica ni-
ñez de abeja encantadora
la lluvia que de pronto
estalla de tu sincera —
emoción,
la dicha extraña
que repentina te nace.
Mi lucha es amarga y re-
greso
con la mente cansada
de comprobar que en esta
tierra
la vida no cambia.
pero si entrara tu risa,
eternamente dulce buscán-
dome incesante
entonces se abrirán para
mi
todas las puertas de la
vida.
23/8/972
IV
Salí al mundo
antes de conocer la escuela

Conocí el mundo de la calle
y me olvidé de que era niño
porque pedí y me dijeron NO
y me pidieron obligándome a dar
lo que no tenía
Lloré y me gritaron
que los hombres no lloran
y siendo adolescente
me hicieron hombre prematuro
Caminé sobre fuego
y quemado seguí caminando;
caí en el vacío
y en la muchedumbre me vi solo
Pero encontré hombres
que cantaban el dolor del pobre,
cantaban himnos de esperanza
sencillamente humanos
Cantaban por la unión de la huma-

nidad
Entonces canté con ellos
Marché y llamé a marchar
Llegaron muchos;
marchamos todos.
Los que no fueron a la escuela
y aprendieron en la calle
y caminaron sobre fuego,
los que pudieron llorar
porque crecieron más ligero que –
el tiempo,
los que cayeron al vacío
y se resignaron una vez,
todos, marchamos cantando,
cantando luchamos.
Y los que hicieron de la ignoran-
cia un derecho
y disfrazaron la escuela,
los que negaron la risa del niño
y le callaron el llanto,
los que no aceptaron el descanso
y bestializaron al hombre, l
os pocos que dividieron
a los muchos y reinaron seguros,
ya comenzaron a temblar
porque los muchos ahora
cantaban unidos.

9/11/972
V

Camino pregonando mi ver-
dad
hasta sentirme nuevo,
hasta encontrarme todo.
Camino hasta que mi som-
bra
me acompañe cuando caiga
mi última noche.
16/3/973
Walter Medina: poemas del mártir socialista uruguayo